jueves, 18 de agosto de 2016

Estados Generales de 1789

Los Estados Generales estaban formados por los representantes de cada estamento. Estos estaban separados a la hora de deliberar, y tenían sólo un voto por estamento. La convocatoria de 1789 fue un motivo de preocupación para la oposición, por cuanto existía la creencia de que no era otra cosa que un intento, por parte de la monarquía, de manipular la asamblea a su antojo. La cuestión que se planteaba era importante. Estaba en juego la idea de soberanía nacional, es decir, admitir que el conjunto de los diputados de los Estados Generales representaba la voluntad de la nación.

El rey Luis XVI y una parte de la nobleza no aceptaron la situación. Los miembros del Tercer Estamento se autoproclamaron Asamblea Nacional, y se comprometieron a escribir una Constitución. Sectores de la aristocracia confiaban en que estos Estados Generales pudieran servir para recuperar parte del poder perdido, pero el contexto social ya no era el mismo que en 1614. Ahora existía una élite burguesa que tenía una serie de reivindicaciones e intereses que chocaban frontalmente con los de la nobleza (y también con los del pueblo, cosa que se demostraría en los años siguientes).
                                           
Ni el clero ni la nobleza formaban bloques homogéneos, ya que también comportaban estratos de ingresos modestos, cuyos intereses y forma de vida se aproximaban a los del Tercer Estado. La nobleza contaba con un buen número de pequeños nobles campesinos (llamados hobereaux), que poco compartían con la gran nobleza próxima a la Corte. Y entre el clero, los simples curas (bas-clergé) se sentían más cercanos a las reivindicaciones de sus feligreses que de sus superiores eclesiásticos.

La nobleza y el clero reclamaban el voto por estamento, que les aseguraba la mayoría sin necesidad de lograr un consenso. El Tercer Estado pedía el voto por cabeza, que permitía más igualdad en la votación, y debates abiertos. Ante la negativa de los dos primeros estados y el consecuente bloqueo de toda votación, el Tercer Estado, aconsejado por el sacerdote Sieyès (diputado del Tercer Estado), invitó a los diputados de la nobleza y del clero a que se unieran a ellos. Dos nobles y 149 miembros del clero lo hicieron.

Se produjo por lo tanto una revolución de carácter jurídico: se desmantelaron los estamentos tradicionales del reino, los que fueron sustituidos por una asamblea única en representación de todo el pueblo. A propuesta de Sieyès, tomó el nombre de Asamblea Nacional el 17 de junio de 1789. Ante este acto revolucionario, el rey Luis XVI mandó cerrar la sala y prohibió su entrada a los representantes del Tercer Estado, en contra de la opinión de su ministro Necker.

La Asamblea Nacional encontró, gracias al doctor Guillotin, diputado del Tercer Estado, otro lugar de reunión, la Sala del Juego de Pelota de Versalles. Y el 20 de junio de 1789, los diputados juraron no separarse antes de haber dado una Constitución al país, lo que se conoce como Juramento del Juego de Pelota. El 23, el rey ordenó su disolución, y mandó llevar la orden al decano del Tercer Estado, Jean Sylvain Bailly, primer presidente de la asamblea. El diputado Mirabeau habría entonces pronunciado la célebre frase "Estamos aquí por la voluntad del pueblo y sólo saldremos por la fuerza de las bayonetas". El 27 de junio de ese mismo año, el rey cedió e invitó a la nobleza y al clero a que se unieran a la nueva asamblea. El 9 de julio de 1789, la asamblea adoptó el nombre de Asamblea Constituyente.

Esta revolución jurídica y pacífica acababa de poner fin a siglos de absolutismo monárquico, sustituyendo el sistema de gobierno por una monarquía parlamentaria.

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