Desde el 1 de julio de 1790,
1200 obreros dieron inicio a los trabajos de excavación en el lugar elegido
para la escenificación de la ceremonia. Se trataba de transformar el Campo de
Marte en un vasto circo con una capacidad para 100 000 espectadores, en el
centro del cual se elevaría el altar de la Patria. Los trabajadores estaban
bien alimentados pero mal pagados, así que cuando se les reprochó la lentitud
con que avanzaban los trabajos, amenazaron con paralizar las obras.
Ante el ritmo lento de las
obras, se decidió apelar a la buena voluntad de los parisinos, quienes
respondieron en masa. El propio rey Luis XVI vino desde Saint-Cloud y dio un
golpe con un pico, a la vez que La Fayette, en mangas de camisa, trabajaba como
un obrero cualquiera. Enseguida se formó un hormiguero humano en el que los obreros
del arrabal de San Antonio se mezclaban con los nobles, los monjes con los
burgueses, y las prostitutas iban de la mano con las damas de los barrios
altos. Los carboneros, los carniceros, los impresores, acudían con sus banderas
tricolores. Todos cantaban el Ah! Ça ira y otras coplas patrióticas. Los
soldados se mezclaban con los guardias nacionales. Se hospedaba a los 50 000
federados venidos de las provincias.
La fuga fue planeada y
organizada por el conde sueco Hans Axel de Fersen, quien se pensaba era amante
de la reina, así como los ojos, oídos y boca de Gustavo III de Suecia.
Aunque el plan estuvo bien
organizado, se encontró con múltiples dificultades en los días en los que se
llevaría a cabo. Originalmente Luis partiría en un pequeño carruaje. Sin
embargo, Luis creía que él debería viajar en un carruaje hecho para reyes. Este
carruaje habría despertado la curiosidad de cualquiera, lo que era la última
cosa que la familia real deseaba. En segundo lugar, la familia sintió que era
necesario tomar dos enfermeras y al estilista de María Antonieta, Leonardo. La
familia tuvo que retrasar su partida para tener a todos los que necesitaban con
ellos. Al llevar a más personas de las necesarias, la familia era más difícil
de ocultar. Finalmente, en la noche de la fuga, la familia real, disfrazada,
pasó al lado del Marqués de Lafayette. Si éste se hubiera percatado de quiénes
pasaban al lado de él, se habría dado cuenta de que trataban de escapar y los
hubiera mandado arrestar inmediatamente. A pesar de todo lo anterior, la
familia real fue capaz de emprender el viaje en su carruaje.
Su desaparición fue
descubierta a la mañana siguiente. Una enojada multitud que temía una invasión
o una guerra civil acusó a Jean-Sylvain Bailly y al Marqués de Lafayette (jefe
de la Guardia Nacional) de colusión. Sin embargo, la Asamblea pronto controló
la situación: incrementó su poder ejecutivo; encargó a Montmorin, el ministro
de Asuntos Exteriores, informar a las potencias europeas sobre sus intenciones
pacíficas, envió comisionados para asegurar un juramento de las tropas a la
Asamblea (en vez de al Rey) y ordenó el arresto de cualquiera que intentara
huir del reino.
El Rey tuvo la mala fortuna
de ser detenido, reconocido y arrestado en Varennes-en-Argonne en la tarde del
21 de junio. Los Guardias Nacionales le hicieron preso y las otras tropas
presentes no hicieron nada para oponerse. Para cuando Bouillé llegó a Varennes,
la cuestión estaba decidida y la familia real estaba de regreso a París, bajo
vigilancia.
Bouillé dejó al ejército y se
las arregló para salir de Francia. El hermano de más edad del Rey, el conde de
Provenza, quien había hecho sus planes más detenidamente, logró escapar a
Bruselas, donde se unió a los émigrés.
Jérôme Pétion de Villeneuve,
Latour-Maubourg y Antoine Barnave, representando a la Asamblea, se encontraron
con la familia real en Épernay y regresaron con ellos. Desde ese momento,
Barnave se convirtió en consejero y partidario de la familia real.
Cuando llegaron a París, la
multitud estaba en silencio. La Asamblea provisional suspendió al Rey y mantuvo
a la pareja real bajo custodia. Desde este punto en adelante la posibilidad, no
sólo de la deposición o de una forzada abdicación de este Rey, sino el
establecimiento de una república, entraron al discurso político.
Finalmente el rey es
perdonado basándose en la ficción de que no se había fugado, sino que había
sido «raptado». A cambio Luis XVI se ve obligado a jurar la Constitución de
1791 que instauraba jurídicamente en Francia la Monarquía Constitucional. Esta
decisión de perdonar al rey ahondó las diferencias entre los «patriotas».
No hay comentarios:
Publicar un comentario