Cuando finalmente los Estados
Generales de Francia se reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789 y se
originaron las disputas respecto al tema de las votaciones, los miembros del
Tercer Estado debieron verificar sus propias credenciales, comenzando a hacerlo
el 28 de mayo y finalizando el 17 de junio, cuando los miembros del Tercer Estado
se declararon como únicos integrantes de la Asamblea Nacional: ésta no
representaría a las clases pudientes sino al pueblo en sí. La primera medida de
la Asamblea fue votar la «Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano». Si bien invitaron a los miembros del Primer y Segundo Estado a
participar en esta asamblea, dejaron en claro sus intenciones de proceder
incluso sin esta participación.
La monarquía, opuesta a la
Asamblea, cerró las salas donde ésta se estaba reuniendo. Los asambleístas se
mudaron a un edificio cercano, donde la aristocracia acostumbraba a jugar el
juego de la pelota, conocido como Jeu de Paume. Allí es donde procedieron con
lo que se conoce como el “Juramento del Juego de la Pelota” el 20 de junio de
1789, prometiendo no separarse hasta tanto dieran a Francia una nueva
constitución. La mayoría de los representantes del bajo clero se unieron a la
Asamblea, al igual que 47 miembros de la nobleza. Ya el 27 de junio, los
representantes de la monarquía se dieron por vencidos, y por esa fecha el Rey
mandó reunir grandes contingentes de tropas militares que comenzaron a llegar a
París y Versalles. Los mensajes de apoyo a la Asamblea llovieron desde París y
otras ciudades. El 9 de julio la Asamblea se nombró a sí misma “Asamblea Nacional
Constituyente”.
El 9 de julio de 1789, la
Asamblea adoptó el nombre de Asamblea Nacional Constituyente. Esta se dirigió
al Rey firmemente, pidiendo la retirada de las tropas11 (las cuales incluían
también regimientos extranjeros). Luis XVI declaró que sólo a él correspondía
juzgar la necesidad de la presencia de las tropas y que estas estaban presentes
como medida de precaución. Luis ofreció trasladar la Asamblea a Noyon o
Soissons, para poder así alejarla del favor parisino y tenerla más controlada.
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