La Revolución se fue
extendiendo por ciudades y pueblos, creándose nuevos ayuntamientos que no
reconocían otra autoridad que la Asamblea Nacional Constituyente. La
insurrección motivada por el descontento popular siguió extendiéndose por toda
Francia. En las áreas rurales, para protestar contra los privilegios
señoriales, se llevaron a cabo actos de quema de títulos sobre servidumbres,
derechos feudales y propiedad de tierras, y varios castillos y palacios fueron
atacados. Esta insurrección agraria se conoce como La Grande Peur (el Gran
Miedo).
La noche del 4 de agosto de
1789, la Asamblea Constituyente, actuando detrás de los nuevos acontecimientos,
suprimió por ley las servidumbres personales (abolición del feudalismo), los
diezmos y las justicias señoriales, instaurando la igualdad ante el impuesto,
ante penas y en el acceso a cargos públicos. En cuestión de horas, los nobles y
el clero perdieron sus privilegios. El curso de los acontecimientos estaba ya
marcado, si bien la implantación del nuevo modelo no se hizo efectiva hasta
1793. El rey, junto con sus seguidores militares, retrocedió al menos por el
momento. Lafayette tomó el mando de la Guardia Nacional de París y Jean-Sylvain
Bailly, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, fue nombrado nuevo
alcalde de París. El rey visitó París el 27 de julio y aceptó la escarapela
tricolor.
Sin embargo, después de estos
actos de violencia, los nobles, no muy seguros del rumbo que tomaría la
reconciliación temporal entre el rey y el pueblo, comenzaron a salir del país,
algunos con la intención de fomentar una guerra civil en Francia y de llevar a
las naciones europeas a respaldar al rey. Éstos fueron conocidos como los
émigrés (“emigrados”).”Furet, François.
(2000). La revolución a debate. Madrid: Encuentro”.
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